viernes, 5 de julio de 2013

El si de la niña.





Era simple, bastante fácil, así pudo suceder, pero algo ajeno al sentimiento del ser humano cambió el destino de ambos y produjo catástrofes internas en ellos, más aún así, la idea sigue siendo la misma, la perfección de los hechos, hela aquí:

Pudo ampararse en el amor del universo buscando la verdad de su vida, el único destino que nos es regalado, pudo haberse entregado a él y seguir la armonía del universo, abrir sus ojos a la maldad para poder reconocerla, pues ella es buena, la mejor creo, y haber tomado en sus manos la responsabilidad de decidir por ella y por el bienestar de todos, la verdad, la verdad de sus sentimientos, la verdad que cantó su conciencia en mi contra. Pudo tomar mi cuerpo sabiendo la verdad, mirarme a los ojos, preguntarme la verdad sabiendo la respuesta, sentirse por primera vez segura, ampararse en mis hechos, y en la madurez de mis actos, de la idea, de lo ideal, de lo correcto, pues es eso lo que siempre espero. En vez de haber tomado mi brazo, en vez de haber apoyado su espalda en mi pecho, en vez de haberme dejado oler su cuerpo sin más sentimiento que el miedo, tal como nadie viera lo que sucedió, pudo haber dado la vuelta, haberme abrazado y habernos perdido en un mar de gente y un universo de sentimientos para besarme en secreto y haber entablado entre nosotros un lazo certero hablando la verdad de aquellos sentimientos que nacieron aquella noche, haber esperado y haber prometido, pues juraba en ese momento que todo lo que sentía era cierto, pudimos también haber intercambiado teléfonos, y haber encontrado la calma, pues en su boca hubiera puesto las palabras necesarias para que dejase de sentirse culpable y otras nuevas para entregarle la esperanza, de que la verdad es cierta, de que el amor si existe, de que la magia vuela cuando te entregas a ella y de que los sueños del espíritu se encontraron con los de un alma gemela. En fin, pudo no haberle importado nada, pero siendo pequeña tuvo la arrogancia de pretender saberlo todo. 

Pero ahora ella se escapa de mi como un cetaceo indiferente y amorfo que a los brazos de un indigno amor se entrega, pero como tu, está felíz