
Sobre la cuidad ya camina
La hermosa y joven Viuda,
Que de un beso hizo un cielo
Y en ataud bendito, su alma se hizo pura.
Por las noches en el cielo se puede ver el luto
Que aquella dama de la cuidad recoge
Y con las hebras de las almas dormidas,
Teje en el cielo sus albas vestiduras.
Camina por los cielos la Grande Vuida
Calma, serena, bella, blanca y tranquila
Y en un hálito temeroso de frío seco,
Recorre nuestras almas al velo dormidas.
Sus largas piernas se clavan en la tierra
Y de cada agujero nacen rosas blancas de tallos negros
Cerrando así la entrada al centro del universo
Que dentro de cada uno existe. Negro como un beso.
Cuando la seda se desprende de su velo
Y el viento acaricia al aire quieto,
Las hebras bailan tocando mi alma.
Y así la lengua penetra al beso.
De la piedra brota la sangre oscura
Y en un torrente de euforia por sexo,
La imagen negra de la sierpe antigua
Se muestra a la noche junto a la Viuda tranquila.
Juntos bailan al cielo en secreta danza
Haciendo siempre sólo lo que deben hacer,
Esto le basta a la Música y a la Armonía.
Que en el cielo vean lo que quieran ver.
En curvas audaces juntan sus cuerpos
Y frotan sus sexos con la suavidad del tiempo,
Que en su prolonganda estatura
Les ha entregado amable el universo.
Sus ojos relucen de amor y dulzura
Las manos buscan un contacto pleno,
El alma del otro es un fruto seco
Y él, dormido, se hunde grábito en su seno.
Acaricia el llanto de la Grande Viuda
Y unen sus lágrimas en un llanto eterno
Pueden probar y hacer manjares del cuerpo,
Pero el amor se les ha negado como un filo
Que al clamar de sus almas se vuelve ligero.
Un bello encuentro, pero fugas, superfluo
Como el aire, cuando lo acaricia el viento.
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